Macerar tu matrimonio durante 20 años en jugo de vida cotidiana.
Salpimentar con dos hijos. A ser posible niño y niña (no es imprescindible la diferencia de género pero ayuda para la decoración del plato).
Rebozar en cansancio molido a golpes y reservar en plato a parte.
Calentar aceite destilado de discusiones en sartén de hierro.
Cuando alcance la temperatura adecuada sumerge en él tu matrimonio. Voltealo en el aceite de discusiones hasta que quede crujiente a punto de fractura por ambos lados.
Para la salsa echa en un bol dos cucharadas de besos que no te han dado y el dolor que sentiste por cada rechazo. Añade un puñado de abrazos que te escatimaron y mezcla bien con un puñal afilado.
Para potenciar el sabor puedes poner unos cuantos silencios, de esos que hieren el alma, y unas gotas desprecio.
Correctamente emplatado y acompañado de una copa de odio con denominacion de origen te asegura un corazón roto de difícil compostura.
¡Bon appétit!
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