jueves, 31 de octubre de 2019

"La llamada"

  Lucía llegó echando chispas a casa. El atontado de su hermano Tomás la había dejado tirada. Cuando se dignase a aparecer se la iba a cargar con todo el equipo. Tenía que recogerla a la salida del instituto, pero, como de costumbre, encontró algo mejor que hacer. Ser la hermana pequeña es un rollo. Todos te dan ordenes y todos pasan de ti cuando necesitas algo.
  Lucía esperó sentada en los escalones de acceso al centro casi una hora, hasta que se quedó sola y supo seguro que su hermano se había olvidado de ella.
  Ya en casa se sentó a rumiar su enfado en el sofá y abrió su instagram para cotillear lo que hacía el resto de la clase. En buscar a Tomás no perdía el tiempo, el muy odioso tenía la cuenta oficial, la extraoficial y la falsa. Seguro que si subía algo era en otra cuenta que ella nunca llegaría a saber que existía.
  De repente sonó su teléfono, era Tomás. No iba a contestar. Lo dejó sonar hasta que se cortó la llamada. Volvió a sonar, otra vez Tomás.
- ¡Que pesado! -exclamó Lucía en voz alta-. Si piensas que voy a contestar vas fresco -dijo para sí-.
Sonó una tercera vez. Harta del insistente ruido contestó de mala manera:
- ¿Que!?
- Hola canija, no te enfades conmigo.
  Lucía frunció el entrecejo y gritó: Me he pasado una hora esperando. Me has dejado plantada, hundida en la miseria, harta de por vida. ¡Te odio! -sollozó- ¡Vete a paseo!
  Tomás calló un instante y luego dijo con voz contrita:
- Lo siento, de verdad. Perdóname Luci. Estaba con Patricia, nos tomamos unas cervezas y me olvidé de la hora. Cuando me di cuenta me puse las pilas, pero la he cagado. Intenté llegar, te lo prometo. Me vas a perdonar ¿verdad canija?
Tomás sonaba auténticamente apenado y Lucía no fue capaz de mantener su enfado. Se secó los ojos y sorbiendo por la nariz le dijo: vale, te perdono. Pero no lo vuelvas a hacer ¡prométemelo! -exigió-.
Aliviado, Tomás respondió desde el otro lado de la línea:
- Gracias Lucía, me has quitado un gran peso de encima. Puede que a ratos sea idiota contigo, pero te quiero muchísimo.
  De pronto el teléfono fijo de la casa empezó a sonar. Lucía notó una extraña sensación en su interior, no deseaba cortar la llamada de Tomás. Se sintió tonta con el teléfono en la mano y en silencio, pero quería seguir con su hermano un poco más.
  Al final fue Tomás el que habló:
- Vamos, cuelga, tienes que coger el otro teléfono. Y no olvides lo que te he dicho, te quiero hermanita. Adiós.
- Adiós, pesado, nos vemos luego.
Lucía colgó el móvil y respondió al fijo.
- ¿Si? Dígame...
Una voz seria desde el otro lado preguntó ¿hablo con algún familiar de Tomás Rodríguez Vera?
- Si, soy su hermana. ¿Quien es usted?
- Verá -dijo la voz- su hermano ha tenido un accidente con la moto. Se ha salido en una curva de una carretera de incorporación a la autovía...
  Lucía sintió una fuerte opresión en el pecho y con un sollozo estrangulado se dirigió a la voz del teléfono:
- Tomás está bien ¿verdad? ¡He hablado con él hace un momento desde el móvil! ¡Nos acabamos de despedir!
- Lo siento señorita -la voz titubeó un instante-, el golpe fue fatal. Su hermano murió instantáneamente, le aseguro que no sufrió. Un agente de policía ha traído sus efectos personales aquí, el teléfono móvil está completamente destrozado a causa del accidente. No sabe lo afortunada que ha sido pudiendo despedirse de él por última vez.
  Lucía sintió que las fuerzas le fallaban. Se deslizó al suelo y doblada por la cintura su alma gritó de pena dejando que de sus ojos fluyera el dolor en forma de lágrimas.
La voz del teléfono titubeante preguntó:
- Señorita, ¿sigue usted ahí?

Fin

"El concierto"


  Raúl y Susi fueron al mismo jardín de infancia, hicieron juntos Primaria y pasaron a la vez a Secundaria. Raúl descubrió entonces sus inquietudes solidarias. Colaboraba en el Banco de Alimentos, recogía firmas para ACNUR, ayudaba en el comedor social y hacia voluntariado en la residencia de ancianos.
  Susi se volcó en la música. Comenzó a estudiar canto en el Conservatorio, compuso sus primeras canciones y tocaba en pequeños locales. Un día llegó la Gran Oportunidad, así con mayúsculas. Un productor musical la escuchó en un video de YouTube y de ahí al estrellato fue un visto y no visto.
  Susi dejo de llamar a Raúl, estaba muy ocupada con su música. Raúl sí que siguió llamando, pero Susi siempre tenía prisa por colgar. Poco a poco empezó a espaciar las llamadas hasta que un día simplemente no llamó.

  Raúl continuó con su vida, dejó en pausa su amistad con Susi y dedicó toda su energía a los proyectos solidarios. Los abuelos de la "Resi" eran su causa favorita. Necesitaban medicinas, necesitaban ropa, necesitaban alimentos, pero por encima de todas las cosas necesitaban cariño. Y Raúl se lo daba a raudales.
  La llegada del invierno trajo los problemas a la "Resi" . El tejado de la residencia de ancianos estaba tan viejo como los abuelos y necesitado, más que de parches, de una operación a corazón abierto y un trasplante de pulmón.
  Los arquitectos valoraron la situación, el contratista vino a verlo y cuando el director tuvo el presupuesto de reparación encima de su mesa supo que no podría hacerse. Nunca reuniría ese dineral. El ayuntamiento puso su granito de arena en la catástrofe: o arreglaban el tejado o cerraban la residencia por ruina el edificio.
  Al final alguien tuvo una idea para salvar la "Resi": un concierto benéfico. Pero uno grande, para recaudar mucho dinero, por aquello de los "ya que": ya que cambiamos las tejas arreglamos el impermeabilizado, ya que estamos miramos el aislamiento térmico, ya que nos ponemos colocamos una rampa aquí y un elevador allá...
  Raúl decidió que era el momento de volver a llamar a Susi, que ya no era Susi sino Susana León. Tuvo que insistir varias veces, pero por los abuelos merecía la pena. Al final ella cogió el teléfono, hablaron de los viejos tiempos, de como se divertían juntos, de sus sueños. Y, antes de que a Susana le entrará la prisa por colgar, Raúl le contó el problema de los abuelos y la idea del concierto. Le habló de todos los artistas locales que participarían y le pidió ayuda. Si ella viniese la recaudación sería mucho mayor. Había tantas cosas por hacer...
  Susana iba a negarse, la verdad no le apetecía nada, pero en el último momento pensó en lo rentable que sería para su imagen un evento como ese. Al final dijo que sí y las entradas se agotaron a las tres horas de salir a la venta. Y se puso fecha de inicio a la obra de la residencia de ancianos.
  El día del concierto el teatro estaba lleno a reventar y todos los artistas entre bambalinas bullían nerviosos. Sólo faltaba por llegar la gran estrella de la velada.
  Raúl nervioso llamó a Susana. Tras insistir varias veces ella descolgó el móvil.
-¿Si?
- Susi, digo Susana, ¿que sucede? Deberías estar ya aquí.
- Bueno, ha habido un cambio de planes. No podré ir... Lo siento. Tampoco es como si hubiese un contrato firmado. Además tienes un montón de músicos y cantantes ahí. Te apañarás.
¡Susi! ¿como me haces esto? -Raúl no se lo podía creer-. ¡Cientos de personas están ahí por ti! ¿Que les digo yo ahora?
  Temblando pensó en el dinero de la recaudación, gran parte estaba gastado. Si la gente pedía la devolución del importe de la entrada sería una catástrofe.
Susi, Susana, por lo que  más quieras -suplicó Raúl-, no nos dejes tirados.
Lo siento Raúl, ya está hecho. Estoy en una avioneta privada -contestó Susana- y vamos a despegar. Tengo que apagar el móvil.
  Un clic y luego se hizo el silencio en la línea.
  Raúl se quedó en shock. ¿Como arreglarlo? Estuvo así un minuto o quizá una hora ¿o fueron dos? Al final hizo de tripas corazón y se dirigió al escenario. Cogería el micrófono y lo diría, después ya se vería.
  Terminó el último grupo y todo el mundo esperaba a Susana León. Raúl salió al escenario caminando en dirección al micrófono, lo cogió y tomó aire. Iba a empezar a hablar cuando sintió un escalofrío recorrer su columna. Un frío inquietante se acercó a él desde atrás. Contuvo la respiración sin atreverse a mirar a su espalda. Entonces una mano suave y liviana se apoyó en su hombro y oyó a Susi decir junto a él:
- ¿Vas a presentarme o no?
Sorprendido, solo atinó a decir: "has venido..."
- Si Raúl, estoy aquí -contestó Susi- en mi último segundo comprendí qué es lo realmente importante. No iba a dejar en la estacada a mi mejor amigo y a sus abuelos de la "Resi".
  Raúl sonrió y le cedió el micro.
  Susi dio el mejor concierto de su vida. Al terminar una cortina de humo llenó el escenario y cuando se disipó la cantante se había ido con él.
  Raúl la buscó un buen rato, pero nadie pudo dar razón de ella. Se marchó apenado a casa, sin haber agradecido a su amiga el cambio de planes de última hora.

  A la mañana siguiente...
  Raúl se levantó y preparó el desayuno. Puso la radio, como todos los días, para escuchar las noticias y mientras llenaba su taza de café oyó al locutor decir: "Esta mañana el mundo de la música se viste de luto. Ayer, a las ocho de la tarde, el avión donde viajaba Susana León, se estrelló al poco de despegar. No hubo ningún superviviente..."
¡Dios mio! -exclamó Raúl- No es posible, a las diez salió a escena para cantar. ¿Que fue lo que ocurrió?
Un soplo de aire gélido erizó los pelos de su nuca. Sobresaltado se enderezó y frente a él estaba Susi. Su cuerpo translúcido fue tomando consistencia y con la mirada fija en los ojos de su amigo le respondió:
- Te lo dije anoche Raúl, en mi último segundo descubrí  lo realmente importante.
Y con un "cuidate" dicho a media voz se desvaneció frente a los atónitos ojos de Raúl.

domingo, 27 de octubre de 2019

"Eli"

  Era una fría noche de febrero.
  Pedro volvía a casa andando mientras maldecía su despiste. Había olvidado el gorro y los guantes en casa de Estrella, la profesora se inglés. Se le estaban congelando las orejas y tiritaba con las manos en los bolsillos. Haciendo un esfuerzo sacó la mano izquierda para mirar el reloj.
  Las diez y veinte.
  El autobús pasaba por una parada cercana a las diez y media. Apretó el paso, llegaría a tiempo de cogerlo. No se veía con ánimo de hacer todo el camino hasta casa caminando, tenía los pies como carámbanos de hielo.
  Al volver la esquina tropezó con ella. Llevaba una mochila rosa chicle y un chaquetón largo casi hasta las rodillas. La chica perdió el equilibrio y cayó al suelo aparatosamente. La estúpida mochila rosa se abrió vomitando todo su contenido en la acera. Libros, cuadernos y lápices se esturrearon a su alrededor.
  Pedro la miró sentada en el suelo, la escasa luz se había confabulado con la capucha bordeada de piel del chaquetón para ocultar el rostro de la chica en sombras. Por un momento contempló la posibilidad de seguir andando para no perder el autobús. Entonces ella levantó el rostro y le atrapó con su sonrisa triste y su hipnótica mirada.
- Ayudame a ponerme de pie, por favor - pidió la chica desde la acera-. Menudo golpe, me va a doler el culo toda la vida.
  Con desgana y mirando el reloj, Pedro ayudó a la chica a levantarse y empezó a recoger cosas del suelo a toda prisa pensando en el maldito autobús.  Ella en pie se frotaba el trasero con una mueca de dolor. Cuando todo estuvo de nuevo dentro de la mochila rosa Pedro ojeó el reloj otra vez.
- Bueno, ya está todo listo. Hasta luego chica.
- ¡Espera! -exclamó la chica con angustia-. Espera -repitió suavemente con ansiedad-. Espera -dijo de nuevo en un tono suplicante-.
- Se me escapa el autobús -contestó Pedro-, ya casi no llego.
- Por favor -insistió ella-, solo un instante más... No me has dicho tu nombre. Yo soy Eli ¿y tu?
- Pedro. Tengo que irme, adiós Eli.
  Pedro echó a correr en dirección a la parada. El frío le cortaba las mejillas mientras la carrera le robaba la respiración. Al volver la esquina vio dsde lejos como el autobús se acercaba a la parada.
- ¡Mierda! ¡Se me escapa, no llego a tiempo! Y todo por culpa de esa chica torpe.
  Se paró con resignación y  miró hacia el autobús. De repente una de las enormes ruedas del vehículo patinó en una placa de hielo de la calzada. El conductor perdió el control y la inmensa mole de hierro se subió a la acera lanzándose contra el banco y la marquesina de la parada.
  El corazón de Pedro se salto un par de latidos para luego echar una loca carrera. Si hubiese llegado a tiempo a la parada habría muerto atropellado. Cuando consiguió reaccionar encaminó sus pasos a casa. 

  A la mañana siguiente...
  Pedro iba hacia el instituto cuando vio un grupo de chavales que colocaban velas encendidas y pequeños ramilletes de flores en el suelo. Uno de ellos le saludó, era Fernando, de 4°B. La curiosidad pudo con la prisa por llegar a clase y se acercó a ellos.
- Hola Fernando, ¿que hacéis?
- Pedro, tío, ¿no te acuerdas? El año pasado a la salida del "Insti" un coche atropelló a una chica de 1°A. Esa -dijo señalando a una compañera que lloraba- es su hermana mayor, Teresa.
Teresa se limpió las lágrimas y sacó un cartel con una foto de su hermana para pegarla en un muro cercano, encima de las velas y las flores.
Pedro miró el cartel y desde la pared Eli le regaló su sonrisa y su hipnótica mirada.

Fin.