domingo, 27 de octubre de 2019

"Eli"

  Era una fría noche de febrero.
  Pedro volvía a casa andando mientras maldecía su despiste. Había olvidado el gorro y los guantes en casa de Estrella, la profesora se inglés. Se le estaban congelando las orejas y tiritaba con las manos en los bolsillos. Haciendo un esfuerzo sacó la mano izquierda para mirar el reloj.
  Las diez y veinte.
  El autobús pasaba por una parada cercana a las diez y media. Apretó el paso, llegaría a tiempo de cogerlo. No se veía con ánimo de hacer todo el camino hasta casa caminando, tenía los pies como carámbanos de hielo.
  Al volver la esquina tropezó con ella. Llevaba una mochila rosa chicle y un chaquetón largo casi hasta las rodillas. La chica perdió el equilibrio y cayó al suelo aparatosamente. La estúpida mochila rosa se abrió vomitando todo su contenido en la acera. Libros, cuadernos y lápices se esturrearon a su alrededor.
  Pedro la miró sentada en el suelo, la escasa luz se había confabulado con la capucha bordeada de piel del chaquetón para ocultar el rostro de la chica en sombras. Por un momento contempló la posibilidad de seguir andando para no perder el autobús. Entonces ella levantó el rostro y le atrapó con su sonrisa triste y su hipnótica mirada.
- Ayudame a ponerme de pie, por favor - pidió la chica desde la acera-. Menudo golpe, me va a doler el culo toda la vida.
  Con desgana y mirando el reloj, Pedro ayudó a la chica a levantarse y empezó a recoger cosas del suelo a toda prisa pensando en el maldito autobús.  Ella en pie se frotaba el trasero con una mueca de dolor. Cuando todo estuvo de nuevo dentro de la mochila rosa Pedro ojeó el reloj otra vez.
- Bueno, ya está todo listo. Hasta luego chica.
- ¡Espera! -exclamó la chica con angustia-. Espera -repitió suavemente con ansiedad-. Espera -dijo de nuevo en un tono suplicante-.
- Se me escapa el autobús -contestó Pedro-, ya casi no llego.
- Por favor -insistió ella-, solo un instante más... No me has dicho tu nombre. Yo soy Eli ¿y tu?
- Pedro. Tengo que irme, adiós Eli.
  Pedro echó a correr en dirección a la parada. El frío le cortaba las mejillas mientras la carrera le robaba la respiración. Al volver la esquina vio dsde lejos como el autobús se acercaba a la parada.
- ¡Mierda! ¡Se me escapa, no llego a tiempo! Y todo por culpa de esa chica torpe.
  Se paró con resignación y  miró hacia el autobús. De repente una de las enormes ruedas del vehículo patinó en una placa de hielo de la calzada. El conductor perdió el control y la inmensa mole de hierro se subió a la acera lanzándose contra el banco y la marquesina de la parada.
  El corazón de Pedro se salto un par de latidos para luego echar una loca carrera. Si hubiese llegado a tiempo a la parada habría muerto atropellado. Cuando consiguió reaccionar encaminó sus pasos a casa. 

  A la mañana siguiente...
  Pedro iba hacia el instituto cuando vio un grupo de chavales que colocaban velas encendidas y pequeños ramilletes de flores en el suelo. Uno de ellos le saludó, era Fernando, de 4°B. La curiosidad pudo con la prisa por llegar a clase y se acercó a ellos.
- Hola Fernando, ¿que hacéis?
- Pedro, tío, ¿no te acuerdas? El año pasado a la salida del "Insti" un coche atropelló a una chica de 1°A. Esa -dijo señalando a una compañera que lloraba- es su hermana mayor, Teresa.
Teresa se limpió las lágrimas y sacó un cartel con una foto de su hermana para pegarla en un muro cercano, encima de las velas y las flores.
Pedro miró el cartel y desde la pared Eli le regaló su sonrisa y su hipnótica mirada.

Fin.

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