martes, 7 de abril de 2020

"Adiós"




  La mochila del caminante cada vez pesaba más en su espalda, cuando vio el banco pensó agradecido en dar un descanso a su flaco cuerpo. La madera, caliente del sol de la mañana, ofreció consuelo a aquel hombre derrotado.

  Se sentó mirando aquel mar azul en calma, sólo el grito de alguna gaviota interrumpía el silencio del paseo marítimo. Y pensó, con los ojos cerrados, en otra mañana a la orilla de otro mar, cuando, en vez de arrastrar su miseria, arrastraba a dos críos de la mano. Inspiró el olor salobre y volvió a beber vino directamente del cartón. Que fácil era perderlo todo.

  Puso la mochila en la esquina del banco y se tendió usándola de almohada, dio algunos tragos más a aquel vino barato y se fue adormeciendo. Poco a poco, casi sin sentirlo, cruzó el umbral de la consciencia envuelto en el bendito sopor que anestesiaba las emociones.

  La pareja de la policía local caminaba despacio aquel lunes de abril por el puerto, vieron al mendigo borracho durmiendo la mona al sol y se acercaron sin prisa a espabilarlo. El más joven se inclinó sobre él y lo zarandeó con desgana. El brazo que cubría su rostro se deslizó dejando al descubierto los ojos abiertos, fijos para siempre en los críos que llevaba de su mano.
 

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